Ídolo el que juega

La imagen más sobresaliente del pobre superclásico que vivimos este domingo fue la de Cristian Fabbiani pateando un cartel de publicidad luego de ser sustituído por Mauro Rosales a los 21 minutos del segundo tiempo. De esta manera se demostró, en cancha, que los ídolos de verdad son los que saben jugar y, por sobre todo, que conocen la manera de protagonizar un clásico de esta magnitud. El ídolo primero juega y después habla, tiene historia; Fabbiani es ídolo de los medios y hoy en día le hace mal al fútbol. Una cosa es la picardía y otra muy diferente es el chamuyo. Palermo y Gallardo, autores de los goles, son ídolos de los de verdad, tipos que llevan la camiseta tatuada en el cuerpo, que si hablan es porque saben qué decir y cuándo decirlo, no porqe les meten una cámara adelante y los dejan hablar boludeces; pero por sobre todas las cosas, están mucho más capacitados que un tipo que llega a River después de ser tapa de revistas de farándula y de haber coqueteado con un club serio como Vélez solamente para dejarlo pagando después de haber arreglado un contrato. Boca y River, eternos rivales, gracias por cooperar inconscientemente y demostrar que los ídolos de verdad se ven en la cancha y no en la tele. A los grandes hay que cuidarlos, eso hizo Boca con jugadores como Palermo, Riquelme, Battaglia, o Ibarra, por eso a pesar de que se fueron del club, volvieron con más hambre de gloria. River, por su parte, si está necesitado de ídolos que piense en Ortega, o que busque repatriar a jugadores como Crespo, Saviola, Aimar, Ayala o Sorín; colgados en sus clubes o pasando sin pena ni gloria por el fútbol europeo. Caudillos. Eso es lo que River necesita para contagiar a los más jóvenes el amor por la camiseta y ese "no se qué" que, hace no muchos años, lo emparejaba un poco más con su eterno rival. Eso no se enseña polemizando en los medios ni golpeando carteles. Uno no es más ídolo por irse de boca antes de un partido y después tener que salir a dar explicaciones a su hinchada por no haber podido agarrar la pelota durante 90 minutos. Ojalá que se sepa (o lo sepan) callar y se dedique a jugar y demostrar adentro de una cancha lo que sabe. Que se gane a la gente por lo que hace y no por lo que dice y algún día capaz llegue a ser ídolo de verdad.